Repetimos una vez más estás fiestas que a priori pueden parecer una locura multitudinaria. Algo de eso tienen, pero también la calma de la rutina que se repite desde hace siglos, por lo menos la tienen los jinetes. Más que calma es un estoicisimo infinito. Creo que en los tiempos que corren la única imagen que me viene a la cabeza que pueda representar la calma absoluta, el temple, frente a La Voragine, son los caixers de Ciutadella.