Sangre, fuego y sobrasada. Siempre me resultará fascinante la eficiencia y eficacia en unas matançes. Es como si los participantes, aún sin conocerse en algunos casos, tuvieran una suerte de conexión telepática. No hace falta dirección, todos saben que hacer en todo momento. Las idas y venidas, las vociferantes aclaraciones e indicaciones den Salvador a nosotros, los foravileros, son más la banda sonora del evento que otra cosa. Aunque bien podría ser que todos los invitados al lugar, de manera silenciosa, siguieran las instrucciones dictadas mentalmente de l'amo en Pau, a la sazón chef de la exageradísima provisión gastronómica para la ocasión.